Vivimos en un mundo donde parece que nos programen para ser perfectos. Nos enseñan lo importante que es ganar y si lo hacemos en solitario muchísimo mejor.
A mi esto me provoca un estrés impresionante, me da hasta vértigo pensar que tengo que estar las veinticuatro horas del día pendiente de hacer las cosas siempre mejor y antes que alguien.
Me siento así, por que estoy programada para ser perfecta, es mi disco duro de serie, pero por suerte, he podido hacer un reset e instalarme un nuevo programa.
He aprendido que fracasar es emocionante en lugar de decepcionante, significa que estoy haciendo algo, aunque aún no haya dado con el método adecuado. A mi el fracaso me hace re-aprender.
Para mi los errores ya no son errores en sí, sino que son resultados no esperados o la respuesta a una pregunta equivocada.
¿Ves como desde esta perspectiva cambia todo? Le hemos dado un sentido positivo al fracaso.
Para mi el verdadero fracaso de una persona viene dado cuando:
- Se idolatra el éxito propio tanto que, uno se olvida de continuar con otros objetivos
- Se estanca en lo que se tiene y se decide no seguir mejorando
- Se conforma
- No se asumen nuevos riesgos
- Te identificas con lo que has conseguido y te olvidas de lo que tú eres realmente.
Tengo un mantra que me encanta: "Soy quién soy gracias a las decisiones que he tomado y me siento orgullosa de mis resultados no esperados".
¿Y tu?
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