martes, 20 de septiembre de 2016

RELATOS CON CORAZÓN: El florecimiento





En un pequeño pueblo de Mongolia, un padre intentaba explicarle a su hijo cómo funcionaba la vida.



Para ello utilizó un puñado de semillas que le habían sobrado de la cosecha y que tenía bien guardadas en una cajita de madera.

El padre se puso unas cuántas semillas en la mano y las lanzó al aire mientras le decía:

Mira hijo, cuando sople el viento, cada semilla se irá hacia un lugar distinto. Cada cual tendrá su camino y echará raíces allá donde pueda.
A mi me da lo mismo dónde ellas vayan a parar, mi única misión ha sido esparcirlas con amor y celebrando que en su interior están llenas de vida.

El hijo muy preocupado le preguntó: Pero papá ¿Y si esa semilla tiene la mala suerte de caer entre las rocas?  ¿O en el mar? ¿Y si no tiene suficiente tierra para vivir? ¿Ni agua? ¿Y si se la come un pájaro? ¿Y si.....? 

El padre puso la mano en la cabeza del pequeño con la intención de tranquilizarlo, porque en sus ojos y en sus palabras veía su angustia. Se hizo un silencio y al poco le dijo: te estás preocupando en exceso, por algo que no está en tus manos. 
Estás menospreciando las propias capacidades de cada una de las semillas para sobrevivir, pero sobretodo, te está provocando un sufrimiento inútil.

El hijo se quedó toda la noche pensando en las palabras de su padre y al día siguiente se sentó frente a él y le dijo:

Papá, tenías toda la razón en lo que ayer me explicaste menos en una cosa. El pequeño miraba a su padre con los ojos llenos de lágrimas de emoción.
Mi sufrimiento no fué inútil. Cuando uno sufre, tiene la oportunidad de aprender. Cuando uno sufre también se le despiertan otros sentimientos como la compasión y el amor.

Tú no te diste cuenta, pero en mis pies se te cayó una semilla, así que la planté en la maceta más bonita que vi, la regué y pienso tratarla con mucho amor y cariño, porque en su interior está la gran enseñanza que yo he aprendido. Sus ramas serán mis lecciones y su fruto, mi recompensa.


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